Talion era un capitán de los montaraces de Gondor, destinado a vigilar la Puerta Negra de Mordor junto a su esposa y su hijo. La paz que habían conocido durante años llegó a su fin cuando los ejércitos de Sauron regresaron, trayendo consigo muerte y destrucción. En un ritual oscuro, la Mano Negra de Sauron sacrificó a Talion y a su familia, sumiéndolos en la oscuridad. Sin embargo, la muerte no fue el final para él.
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Cuando abrió los ojos, Talion descubrió que había sido resucitado, pero no por voluntad propia. Su espíritu había sido atado a otra entidad: Celebrimbor, un antiguo elfo herrero que, siglos atrás, había forjado los Anillos de Poder y sufrido la traición de Sauron. Unidos por una misma maldición, ambos emprenden un camino de venganza, buscando desmantelar el poder del Señor Oscuro desde las sombras.
Talion se adentró en Mordor, una tierra plagada de orcos y bestias, donde solo los más fuertes sobrevivían. Gracias a los poderes de Celebrimbor, aprendió a doblegar la voluntad de sus enemigos, corrompiendo a los caudillos orcos y sembrando el caos dentro de sus filas. En su viaje, cruzó caminos con Gollum, la criatura deformada por el Anillo Único, quien parecía sentir la presencia de Celebrimbor y, en su locura, lo guiaba hacia secretos olvidados.
Poco a poco, el rastro de sangre lo condujo hasta el verdadero enemigo: la Mano Negra de Sauron, el sirviente más leal del Señor Oscuro. Con su poder creciente y el legado de Celebrimbor en sus manos, Talion desafió al tenebroso hechicero en un último enfrentamiento. Sin embargo, la victoria no trajo descanso. Aunque la Mano Negra fue derrotada, Mordor aún pertenecía a Sauron. Talion entendió entonces que su lucha no había terminado.
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“Es hora de forjar un nuevo anillo”, susurró, con la mirada fija en la fortaleza de Barad-dûr.


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